Esta noche he visto Saltimbanco, del Cirque du Soleil, por televisión y me he reconciliado con la vida y con el ser humano. No sé ni cuándo ni dónde oí hablar del concepto de obra de arte total ni si podría aplicársele, pero me ha producido una sensación de plenitud. Esa gente convierte la concepción oscura que aún podíamos tener del circo en una idea radicalmente distinta, evolucionada, pulida, elegante. Tras la brutalidad del circo romano o la sórdida simplicidad del medieval, es como si hubiera nacido un respeto profundo por la dignidad de este espectáculo.
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Los protagonistas ya no son individuos que hacen cosas dificilísimas, sino verdaderos artistas dirigidos por un creativo equipo de dirección. Atrás quedan los gladiadores y las fieras, la mujer barbuda, el hombre elefante y los animales enjaulados viajando de pueblo en pueblo. Los bufones recuerdan a muñecos sacados de los cómics de Moebius, y ejercen de controladores de todo lo que ocurre en el escenario. La vestimenta de todos los artistas, así como el escenario y la iluminación, están diseñados para sumirte en un mundo de fantasía futurista. Los más que virtuosos malabaristas, trapecistas o funambulistas bailan siempre que se mueven, y cada segundo dentro de cada número y entre ellos, transcurre al compás de una música que siempre posee una fuerza suave con su característica dosis de circense armonía inquietante, pues cada movimiento está pensado y puesto en su sitio dentro del compás, sobre el suelo e incluso en el aire.
Un ambiente de una extraña belleza te envuelve completamente, y el morbo por un posible accidente, si bien sigue existiendo, queda en el plano de la intimidad de cada espectador. Detrás de esa belleza hay una gran empresa que nos regala toda una filosofía del espectáculo: Hermosos efectos de luz y color, intensa poesía visual, embriagadora fluidez de movimientos, calculado ritmo escénico y un concierto musical de mucha calidad.
20.9.07
Los protagonistas ya no son individuos que hacen cosas dificilísimas, sino verdaderos artistas dirigidos por un creativo equipo de dirección. Atrás quedan los gladiadores y las fieras, la mujer barbuda, el hombre elefante y los animales enjaulados viajando de pueblo en pueblo. Los bufones recuerdan a muñecos sacados de los cómics de Moebius, y ejercen de controladores de todo lo que ocurre en el escenario. La vestimenta de todos los artistas, así como el escenario y la iluminación, están diseñados para sumirte en un mundo de fantasía futurista. Los más que virtuosos malabaristas, trapecistas o funambulistas bailan siempre que se mueven, y cada segundo dentro de cada número y entre ellos, transcurre al compás de una música que siempre posee una fuerza suave con su característica dosis de circense armonía inquietante, pues cada movimiento está pensado y puesto en su sitio dentro del compás, sobre el suelo e incluso en el aire.
Un ambiente de una extraña belleza te envuelve completamente, y el morbo por un posible accidente, si bien sigue existiendo, queda en el plano de la intimidad de cada espectador. Detrás de esa belleza hay una gran empresa que nos regala toda una filosofía del espectáculo: Hermosos efectos de luz y color, intensa poesía visual, embriagadora fluidez de movimientos, calculado ritmo escénico y un concierto musical de mucha calidad.
20.9.07
2 comentarios:
Qué bien, lo has hecho. Seguro que esta página será una inspiración; es verdad que aquí todo se ve con otros ojos.
Podrías ser un buen crítico de espectáculos. el texto es precioso
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