domingo, 23 de septiembre de 2007

Cuentos infantiles

Un día me dio por hojear un libro de cuentos. Leí el principio de varios y no captaron mi atención, así que fui pasando páginas hasta que me encontré, con gran estupefacción, en medio de uno de los cuentos, escrita, la frase que durante todo el día había estado rondándome por la cabeza. No podía creerlo. Pasé la página y empecé otro cuento. El resultado fue el mismo. Cerré el libro y lo guardé durante años en un estante de mi corazón, hasta hoy. Esto fue lo que leí:

Luisito jugó con los cachorros que le habían regalado hasta la hora de cenar, en que B.D.-Pri-S.A., su blobster-4 traído de Neptuno (los fabrican allí) le indicó puntualmente que le esperaban los grumins calentitos sobre el plato, y le advirtió de que su mamá se enfadaría si no los engullía inmediatamente.

Madame Prelude no quiso esperar más y tomó la diligencia de las seis cincuenta y dos. Si Hans hubiera llegado a tiempo, todo hubiera sido diferente: ahora la carta estaría en poder de la condesa de Lollipop y la señora Post viviría todavía. Pero Hans nunca fue informado de la importancia de su misión, así que no consideró inconveniente en absoluto detenerse en el Lost Isle a remojar el gaznate. “Pobre Hans, y pobre señora Post”, pensó Madame Prelude mientras dejaba atrás los mejores momentos de su vida.

Hirsuto* el armadillo salió aquella soleada mañana de entre los tréboles que disimulaban la entrada a su casa dentro del ficus, con su sillita plegable y su fonógrafo, dispuesto a sentir la brisa sentado bajo la segunda hoja del ficus (que hoy en día está ya muerto y seco, tenía que decíroslo) y a escuchar su disco preferido de marchas militares. ¿Recordáis si se alimentaba de pulgones o acaso era aficionado al yogur griego? Ya lo he olvidado. Nuestro amor…se está consumiendo, no te puedo esperar más.

Cuando Caperucita caminaba alegremente hacia la casa de su abuelita con su jarrita de miel y su cestita de fresas silvestres, de repente escuchó un ruido entre los arbustos y se sobresaltó. Ante ella apareció el lobo feroz y le dijo humildemente con voz temblorosa y triste:
“Nuestro amor…se está consumiendo, no te puedo esperar más.”

7.02
*Este personaje, su fonógrafo, su sillita y sus sanas costumbres aparecen por cortesía de Mo, su creadora. Prohibida la reproducción total o parcial de las citadas marchas militares.

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