sábado, 22 de septiembre de 2007

El origen del lenguaje (monólogo inacabado)

Existe la teoría de que el lenguaje viene del eructo. Los primeros de nuestros ancestros que usaron la lengua para hablar debieron de ser una pareja de homo-habilis, pues sin duda demostraron gran habilidad. Dicen que se llamaban Adán y Eva como se podían haber llamado Adalberto Antonio y Anushka, o Mortimer y María del Sagrario. De la serpiente no voy a hablar porque todo el mundo sabe las serpientes tienen la lengua muy larga pero no dicen gran cosa. En fin, el lenguaje surgió más o menos así: el macho estaba comiendo donetes, y cuando ya se había zampado 10, eructó sonoramente -no voy a reproducirlo-. Bueno, pues eructó, y la hembra dijo:
-Salud.
Y él dijo:
-Gracias.
Y se quedaron tan anchos, y eso que era casi una conversación como la de cualquier matrimonio actual. Pero no os vayáis a creer que en seguida escribieron ensayos, dieron conferencias y fundaron la primera editorial. Porque en aquellos tiempos todo evolucionaba con suma lentitud. El siguiente homínido en dar un paso en el proceso de la creación del lenguaje fue el tataranieto de aquella primera pareja, que inventó el monólogo interior. Él mismo eructaba y decía:
-Salud, gracias.
Fue el primero que articuló dos palabras seguidas.
10.000 años más tarde, uno de sus descendientes volvió a enriquecer el lenguaje. Se hallaba pasivamente disfrutando del sexo oral cuando de repente exclamó:
-¡Cuidado con los dientes!
A lo que ella no contestó, porque todo el mundo sabe que es de mala educación hablar con la boca llena. Según los expertos hay una variante dialectal, que es: ¡Cuidado con las muelas!
A la que ella respondía mugiendo (mugido), lo cual quería decir:
-¡Vaaaaaale!
Hay algunos eruditos que sostienen que más o menos por la misma época se dieron diálogos muy simples relacionados con la caza y la recolección. Cuando un macho atraía a un mamut para que le persiguiera y así acorralarlo, llegaba un momento en que gritaba a uno de sus compañeros armados con lanzas:
-¡Pero tira, joder, tírala ya!
Y el lo miraba de soslayo y le respondía con retintín:
-¿Me estás diciendo como he de hacer mi trabajo?
Mientras tanto, las hembras enseñaban a las crías a recoger bayas silvestres, y los niños no hacían más que preguntar:
-Mamá, ¿las blancas o las negras?
Y la madre contestaba:
-¡Mira que te vas a tragar la plancha, Luis Alfredo!
Porque en aquella época casi todos los niños se llamaban Luis Alfredo.
...
Y así fue evolucionando la cosa hasta que se empezó a usar la lengua como es debido. Y yo quería hablar de la lengua, concretamente de lamer.
14.7.04

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