Matar es quitar la vida. Amar es desear la felicidad del otro. Querer es el ansia de posesión. Llorar es, a veces, lamentar la ausencia de alguien o el paso del tiempo. Soñar puede ser adquirir una cierta consciencia de cómo la mente funciona ajena nuestra voluntad. Mirar es poner atención a lo que ven tus ojos. Mentir es algo más que ocultar la verdad o esconderse de algo. Ser ni siquiera sabemos lo que es, aunque sepamos quiénes somos.
El placer de meterse en un ritmo, dejarse llevar por una guitarra eléctrica distorsionada y saturada, tomarse un vaso de leche antes de acostarse, dejar descansar los labios sobre el cuello que amas, ganar una batalla, humillar a un arrogante o ganarte su cariño, penetrar a una mujer que antes te despreció, oler la primavera (olerla venir, la hueles venir), son experiencias a las que no les hemos dado un nombre.
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