domingo, 23 de septiembre de 2007

Mañana de domingo

Una mañana me desperté tranquilo como si el sol que llegaba hasta mi cama hubiera estado acariciándome al cantarme su melodía casi imperceptible. Desayuné pensando en planes para el nuevo día. Era un domingo precioso y amplio.
Observé el aspecto de los objetos en mi comedor. En un primer momento me satisfizo el desorden, pero en seguida quise colocar cada cosa en su sitio, me gusta encontrarle su espacio a cada una. Me levanté de la mesa, cogí un libro para devolverlo a su estantería y, de repente, se me oscureció el alma. Debajo del libro, sobre la mesa centro, estaba la tristeza. Miré a mi alrededor sobrecogido y empecé a recordar, y fui descubriéndola en todas partes (detrás de las hojas de las plantas, posada sobre el aparato de música, junto a mis botas, dentro de la nevera, en el blanco de la pared, en la luz del sol que aún daba sobre mi cama. ¿Cómo podía haberla olvidado? ¿Cómo volver a hacerlo? No lo supe.

14.4.02

3 comentarios:

Unknown dijo...

Para no reencontrar la tristeza hay que pensar en los demás y echarse a la calle, caminar y disfrutar del sol y ver que puede hacer uno que haga feliz a otro aunque no sea más que una llamada telefónica

Anónimo dijo...

Bellísimo.

Anónimo dijo...

Como silvia pienso que bellísimo y además romántico?