martes, 27 de noviembre de 2007

Tres poemas inmerecidos

Yo no sé si es la tristeza
lo que posas en tus labios,
no sé si la mano tiembla,
si las yemas de los dedos
guardan aún las caricias
que nunca me han regalado.

Pero sé que son hermosas,
las he visto entre la niebla
besando el aire, jugando.
Me hace falta tu sonrisa
para seguirte soñando,
seguir soñándote besos
que se escapen de mis manos,

¡Si me desvela la brisa
se me llevará el encanto!
Me quedaré tu tristeza
cuando me hayas olvidado,
para que tu no la sufras,
para que no te haga daño.
Nada sé de ti, nada sabré.
Me despertaré temblando.

.

Déjame esta noche
darles a tus ojos
un paisaje limpio
donde descansar.

Yo deseo tan sólo
llenarlos de besos
para que me endulcen
las aguas de mar.

Qué pena tan grande
si no quieren verme,
qué pena tan grande
si me miran mal!

Hay entre estas letras
Mariposas blancas
que duermen tranquilas
y que no se inquietan
por lo que vendrá.

Sueñan con el néctar
de una flor rosada
con que las abejas
fabrican la miel
para tu mirar.

Qué pena tan grande
si no quieren verme,
qué pena tan grande
si me miran mal!

Foto: Zoe.

Tus ojos de niña y cielo
quisiera
enredar en mis ojos
de hiedra.
Pero no puedo.

Y en tu vientre de tierra y canela
quisiera
sentir el calor
de tus besos de fuego.
Y no puedo. No puedo.

Déjame cambiar livianamente
el ritmo de tus pasos
con mis manos de escultor
de tiempos.

Déjame soñar y regalarte
al menos la palabra,
el flujo que me calma,
la intención, el sueño,
mi canción, mi anhelo.
Déjame tocarte el corazón
y que te mueva el alma.

11.05
.

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