Encontré en un blog este fragmento con este título, supuse que perteneciente al libro original de la película protopornográfica Emmanuelle. Me pareció tan cursi que sentí deseos de continuarlo, y no me costó mucho.
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“Sonrió cerrando los ojos. Sentía confusamente tener deseos de algo, pero no sabía de qué. No encontró otra distracción que recrearse de nuevo en su belleza: su propia imagen le acudía a la mente como un refrán favorito. Con el corazón palpitante, buscaba la caleta invisible que sabía soterrada bajo un promontorio de negra vegetación, en la confluencia de los dos ríos: sentía cómo la corriente acariciaba sus orillas. Cuando el hombre se incorporó sobre el codo y se inclinó sobre ella, Emmanuelle abrió los párpados y le dejó besarla. El sabor de los labios sobre los labios tenía la frescura y la sal del mar.”
.“Sonrió cerrando los ojos. Sentía confusamente tener deseos de algo, pero no sabía de qué. No encontró otra distracción que recrearse de nuevo en su belleza: su propia imagen le acudía a la mente como un refrán favorito. Con el corazón palpitante, buscaba la caleta invisible que sabía soterrada bajo un promontorio de negra vegetación, en la confluencia de los dos ríos: sentía cómo la corriente acariciaba sus orillas. Cuando el hombre se incorporó sobre el codo y se inclinó sobre ella, Emmanuelle abrió los párpados y le dejó besarla. El sabor de los labios sobre los labios tenía la frescura y la sal del mar.”
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Llamaron a la puerta. Era el lampista, venía a echar un vistazo a las goteras del dormitorio. Emmanuelle se puso unos pantalones de chándal, una camiseta blanca y las zapatillas, y fue a abrir mientras su amante recorría también el pasillo en dirección al lavabo con cierta urgencia, algo le había sentado mal, probablemente aquellos percebes con su característico sabor a mar de la noche anterior. Entró el lampista y ella lo condujo a la habitación. Le indicó la zona del techo en que estaba la mancha de humedad y él puso cara de profesional y declaró: "Esto... Esto son aguas fluviales". Emmanuelle, preguntándose cómo un río podía pasar sobre el techo del ático en que vivía, decidió de inmediato que no iba a poner en manos de un analfabeto la integridad ya suficientemente amenazada de su hogar. El lampista, embriagado por el olor denso del dormitorio y sin poder apartar los ojos de las sombras oscuras que sugerían los pezones tras la fina camiseta, sintió deseos de salir de allí lo antes posible. Ella, percibiendo claramente su turbación, fantaseó con bajarse el pantalón y ofrecerle sus nalgas desnudas para que se desahogara azotándolas. Se hizo el silencio durante breves instantes y justo entonces apareció en la puerta el amante, recién llegado del cuarto de baño. Y en ese momento temblaron las paredes y un extraño rumor que invadió el piso entero en seguida aumentó hasta parecer un fuerte rugido. Por la ventana abierta entró súbitamente una tromba de agua incesante que pronto los tuvo a los tres nadando por el piso completamente inundado. Emmanuelle, buceando para abrir la puerta y escapar de allí, sintió en su pezón derecho un leve roce. Se sobresaltó, miró a su alrededor blandiendo la llave como arma y vio aletear animadamente frente a ella a un salmón macho adulto.
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Llamaron a la puerta. Era el lampista, venía a echar un vistazo a las goteras del dormitorio. Emmanuelle se puso unos pantalones de chándal, una camiseta blanca y las zapatillas, y fue a abrir mientras su amante recorría también el pasillo en dirección al lavabo con cierta urgencia, algo le había sentado mal, probablemente aquellos percebes con su característico sabor a mar de la noche anterior. Entró el lampista y ella lo condujo a la habitación. Le indicó la zona del techo en que estaba la mancha de humedad y él puso cara de profesional y declaró: "Esto... Esto son aguas fluviales". Emmanuelle, preguntándose cómo un río podía pasar sobre el techo del ático en que vivía, decidió de inmediato que no iba a poner en manos de un analfabeto la integridad ya suficientemente amenazada de su hogar. El lampista, embriagado por el olor denso del dormitorio y sin poder apartar los ojos de las sombras oscuras que sugerían los pezones tras la fina camiseta, sintió deseos de salir de allí lo antes posible. Ella, percibiendo claramente su turbación, fantaseó con bajarse el pantalón y ofrecerle sus nalgas desnudas para que se desahogara azotándolas. Se hizo el silencio durante breves instantes y justo entonces apareció en la puerta el amante, recién llegado del cuarto de baño. Y en ese momento temblaron las paredes y un extraño rumor que invadió el piso entero en seguida aumentó hasta parecer un fuerte rugido. Por la ventana abierta entró súbitamente una tromba de agua incesante que pronto los tuvo a los tres nadando por el piso completamente inundado. Emmanuelle, buceando para abrir la puerta y escapar de allí, sintió en su pezón derecho un leve roce. Se sobresaltó, miró a su alrededor blandiendo la llave como arma y vio aletear animadamente frente a ella a un salmón macho adulto.
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