jueves, 12 de junio de 2008

Of Cats and Men


Los gatos son inteligentes. Ayer vi a uno por la calle frente a un paso de peatones y me fijé en cómo observaba el semáforo. Cuando se puso verde, miró a izquierda y derecha y cruzó sin prisa, con paso elegante y la cola levantada. Yo estaba sentado en un café. Se paró frente a mí porque se encontró a un amigo y, tras un maullido de cortesía, se puso a recitarle unos versos de La Galatea, de don Luis de Góngora, mientras llenaba de tabaco una vieja pipa. Cuando acabó, me pidió fuego.

Distraído: ¿Dices que el gato se puso verde?

Descreído: Los gatos no fuman.

Impaciente: ¿Y le diste fuego?

Suspicaz: ¿Y qué hacías tú allí a esa hora?

Liante: ¿La Galatea no era de Fernando de Herrera?

Impertinente: Góngora, ya. Quieres hacernos creer que has leído a Góngora.

Disperso: ¿Dices que llenó la pipa?

Superficial: A mí me parecen más elegantes los perros.

Postmoderno: A mí me parecen más elegantes los cerdos.

Surrealista: A mí me parecen más elegantes las hormigas.

Psicólogo: Miras más a los gatos que a la gente.

Hambriento: ¿Quieres kikos? ¡Están de muerte!

Malintencionado: Tu historia es algo confusa, ¿no?

Simple: Entonces, ¿el gato es inteligente por lo del poema?

Ignorante: Entonces, ¿el gato es inteligente por la obra de teatro ésa?

Retorcido: Si miró primero a la izquierda debía de ser zurdo, ¿no? ¿Con qué mano aguantaba la pipa?

Escéptico: Yo creo que no eran amigos, para mí que ese gato le da la paliza al primero con que se cruza.

Pedante: Me encanta la poesía culterana.

Absurdo: Me gusta más cuando escribes sobre champiñones.

Vago: A mí es que los textos largos no me entran, ¿sabes?

Egocéntrico: Yo antes tenía un gato.