jueves, 15 de mayo de 2008

De asnos y hombres

Alguien ha dedicado su tiempo a confeccionar un inmenso cartel con el dibujo del burro catalán, y muchos otros de menor tamaño, cada uno con una letra de su nombre en latín, y se ha molestado en fijarlos a la ladera de un monte para que se vean desde la autopista en un punto cercano al peaje de Martorell. Así, si uno viene de allí, tiene a su izquierda la montaña de Montserrat, y antes de dejarla atrás, en una curva se encuentra de frente con otro símbolo de Catalunya algo más reciente y de muy otra categoría.
Dejando de lado que dicho animal esté en peligro de extinción, y que su conservación sea la excusa para semejante publicidad, es obvio que quienes lo contraponen al toro de Osborne son tan necios como los que llevan pegado al coche un adhesivo de la bandera española con dicho toro en medio. Sin duda los niños dedican su tiempo a quehaceres más productivos, y yo no perdería el mío hablando de este asunto si no me empujara la indignación que me invade cuando imagino al tipo de individuos (han tenido que ser varios) que, guiados por una nacionalismo tan profundo como su superficialidad, se fueron una noche a casa orgullosos de su gesta tras colgar la pancarta. Me los imagino fanáticos y tozudos como cierto político de Esquerra Republicana que no ha hecho más que el ridículo, y se merecen que toda España, cuando vea un coche con la pegatina del asno autonómico, exclame: “Mira, otro burro catalán”. Más les hubiera valido escoger como símbolo alguna otra especie autóctona, como el burgués de Sarrià, o un elefante de los de Dalí, o la variedad tomàquet supositori, Lycopersicon esculentum, de Les Franqueses del Vallès, o el Rovelló collserolensis.

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Lycopersicon esculentum

P.D.: Parece que el nombre en latín de la variedad catalana del burro común podría ser Equus asinus rubricatus, aunque lo cierto es que no he encontrado en internet ni una sola referencia. Pero RUBRICATUS es la palabra que quedaba hoy en la ladera de la montaña, cuando el burro ha desaparecido ya arrastrado por las lluvias o arrancado por algún desconsiderado contrario al nacionalismo que tampoco tenía nada mejor que hacer. Y ahí está, como oracular firma de un grupo de aspirantes a biólogo traumatizados por algún mal profesor de manualidades.

Aviso



Busco la palabra zoom en el diccionario online de la RAE y no aparece, (y eso que hace mucho más tiempo que se usa que la palabra píxel, que sí es considerada ya vocablo castellano). Me aparece una nota que me informa de ello, encabezada por la palabra “Aviso”. Y yo pienso, y lo compruebo buscándolo en el mismo diccionario, que un aviso es una advertencia, y una advertencia no debe dejarle a uno indiferente.

1. m. Noticia o advertencia que se comunica a alguien.
2. m. Indicio, señal.
3. m. Advertencia, consejo.
4. m. Precaución, atención, cuidado.

Me sorprende leer la primera explicación, porque una noticia se comunica o se da, y, sin embargo, una advertencia se hace, nadie dice “Te comunico una advertencia”, que yo sepa.

Pero volviendo al aviso, parece que te estén diciendo “Cuidado, no se te vaya a ocurrir usar esa palabra (o emitir ese graznido)”, o “¡Peligro!, la palabra no existe”, o incluso: “Advertencia: Si usas semejante palabra no nos hacemos responsables de las consecuencias, lo estarás haciendo por tu cuenta y riesgo y la Real Academia no te cubrirá las espaldas”.
Se me ocurre que también podrían utilizar la palabra “Error”, y explicarte a continuación: “Apreciado hablante, ha cometido usted un craso error al creer que tal compendio de letras mal escogidas merecía ser incluido en nuestro diccionario. Sin ánimo de juzgar su grado de cultura, consideraremos por esta vez que se trata de un fallo humano, mas si incurre de nuevo en él, nos veremos obligados a usar otro tono con usted. En caso de efectuar una segunda búsqueda para tal palabreja, si nuestro programa presume, por el orden de las letras, que su escritura se ha debido a un despiste, aparecerán en pantalla unas orejas de burro. Si, en cambio, da por hecho que obedece al puro desconocimiento de las normas ortográficas, nos la copiará 100 veces en un formulario facilitado para la ocasión, y solamente una vez rellenado podrá seguir disfrutando de nuestro servicio online. Si, a pesar de todo, insiste en visitar nuestra página con similares propósitos, procederemos a enviarle todo tipo de virus que bautizaremos con las palabrejas acuñadas por usted para estropicio e intoxicación de la lengua española”.